El estruendo de las balas, las torturas y los secuestros acallan cualquier mensaje desde los palacios estatales, donde se afirma que los homicidios están bajando
La cifra de 100 muertes violentas diarias como promedio en México sorprende a cualquiera, pero basta una semana ojeando los periódicos para darse cuenta de que la estadística podría ser incluso peor. El ruido de la política en los últimos tiempos no deja oír los tiros que están poniendo patas arriba medio país. De Tamaulipas a Chiapas, de Toluca a Chilpancingo, el estruendo de las balas, las torturas y los secuestros acallan cualquier mensaje desde los palacios estatales, donde se afirma que los homicidios están bajando.
Más de 1.000 balas y 25 sicarios acabaron con la vida del autodefensa Hipólito Mora, un hombre largamente amenazado en Michoacán, otra de las tierras calientes de México. Seis personas fusiladas contra un paredón, como en tiempos de guerra, en Apodaca, cerca de Monterrey. Un bebé quedó abandonado en una iglesia. Los padres, muertos, aún tenían el chupete en las manos. Un comando armado incendió la central de abasto de Toluca y asesinó a nueve personas, la misma ciudad donde unos días antes colgaron cadáveres de un puente y el mismo Estado en el que la Fiscalía recién ha identificado los restos de una subdirectora de Preparatoria y su hijo, desaparecidos hace algo más de un mes.